Mundo Plano y Mundo Redondo




Hombre tridimensional, atrapado en un 

mundo bidimensional
















El mundo de nuestros tiempos, aplanado y aplacado, resulta un ambiente inhóspito y a la vez acogedor según la identidad de quien lo habita. Para quienes lo forjaron así, es el espacio propicio para desplegarse y por consiguiente perpetuar la práctica del aplanamiento del mundo, a favor de ellos. A las instituciones, en tanto directrices de poder y autoridad, les es más fácil imponer su poderío en todos los rincones del mundo cuando este adopta una forma plana puesto que no hay un solo rincón donde esconderse.
Por el contrario, para el particular, quien por sí solo no es nadie ni vale nada, vivir en un mundo plano no significa otra cosa sino ser subyugado constantemente y perder su identidad. Todos somos etiquetados e inventariados con números de serie que no dicen nada, tan solo cuál es nuestra utilidad para las instituciones con el fin de que estas puedan saber cuándo les convenimos y de qué manera.
Las instituciones se posan sobre el mundo y con su opulencia lo aplanan, dejando su marca personal en toda su extensión, de allí que se haya perdido la diversidad y la autonomía. Ahora todo es igual, donde sea que vayamos. Mientras que el hombre, endeble por sí solo, no puede contrarrestar el peso de lo que se oprime contra su mundo y resulta siendo un ser tridimensional atorado en un mundo bidimensional donde ya no encaja y la única alternativa que el sistema le hace ver como posible y redentora, es la de dejarse “bidimensionar” también para encajar en el mundo que se le ha edificado.
El mayor problema es que los hombres no hagan nada, por pensar que no es posible oponerse o resistirse a esta forma de dominación. Prefieren aceptarlo y conformarse aun sabiendo que la única posibilidad que les queda es caer por el abismo que aguarda al final de la extensión plana del mundo. Pues quien no es nadie no tiene cómo ser reconocido como poseedor de derechos para llevar su vida en plenitud. Solo los que logran salir de ahí y estar de la otra cara de la moneda pueden contemplar la existencia de otras posibilidades. Pero la posibilidad más evidente y a la vez más ignorada es la de cohesionarse como un grupo que esté dispuesto a velar por su bienestar individual y colectivo. Esto último sin duda haría la diferencia y las instituciones tendrían que retroceder frente a la horda de individuos que no permitirían más agravios hacia ellos.



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